Mis parábolas médicas: PERRO que LADRA... nos da PALPITACIONES


Aquel muchachón llegó a mi consulta acompañado de su madre y no pude evitar sonreír ante la graciosa imagen: ella, pequeña y delgada, mientras que él se eleva unos cuantos pies más arriba, a pesar de sus imberbes 19 años.

Motivo de consulta: palpitaciones muy rápidas sin relación con el ejercicio físico.

Traen varios electrocardiogramas y el informe de un ecocardiograma, todos normales. Pero ningún examen es tan valioso como un buen interrogatorio. Resulta que nuestro joven paciente estudia ingeniería informática y en sus largas jornadas frente a la computadora recurre al cigarro, al café y la Coca Cola. Tal combinación de psicoestimulantes le inducen a pasar largos períodos sin descanso, al punto que dice que con frecuencia no pega un ojo en 24 horas. El chico también describe sensación de inseguridad y una percepción rara de un escalofrío y de como que “algo va a suceder en cualquier momento”, intranquilidad, problemas de concentración... Sin embargo, de todo eso lo que a él y a su madre más les preocupaba eran las "palpitaciones" (como casi siempre, el corazón ganándose el centro de la atención).

Para salir de dudas, a este chico le indicamos y realizamos un monitoreo electrocardiográfico ambulatorio, más conocido como Holter de arritmias, así nombrado por el desarrollador inicial de esta técnica, el Doctor en Ciencias Físicas norteamericano Norman Holter. Luego de 24 horas de monitoreo con un pequeño equipo y tras analizar los 86.400 latidos cardiacos de todo un día de la vida de este joven, llegamos a la conclusión de que solo se trataba de una taquicardia sinusal y de extrasistoles frecuentes.

¿Y ahora? ¿Cómo explicarle y calmarle, de manera que en muy poco tiempo entienda el problema y como puede solucionarlo?. Pues en casos como este, suelo echar mano a otra de mis narraciones o "parábolas médicas", un recurso educativo previamente diseñado para "traducir" algo complejo en una realidad fácil de asimilar por cualquier paciente. Aquí les presento el curso más o menos usual que toma la conversación en estos casos:

Yo: – Imaginemos una situación: vas caminando despreocupadamente por un parque, pero de repente, de detrás de un árbol sale a tu encuentro un perro erizado que te ladra y gruñe, enseñándote los dientes. ¿Qué le pasaría a tu corazón?.

Él: – ¡Obvio doc! ¡Se saldría por la boca! ¡Se me pondría a mil!

Yo: – Sí, seguro se aceleraría y te sentirías palpitaciones ¿Crees que en ese caso algo ande mal contigo?¿Indicaría eso que tu corazón se encuentra enfermo?

Él: – No, eso sería una reacción normal.


Yo: – En efecto, es una reacción completamente normal, natural o como también los médicos le llamamos: una “respuesta fisiológica”. Ese mecanismo lo tenemos desde que vivíamos a la intemperie o en cuevas y con taparrabos. Cuando algo nos amenaza, se dispara una reacción pues se liberan a la sangre ciertas sustancias que aumentan nuestra frecuencia cardíaca y respiratoria, así como la fuerza y la velocidad de reacción. Todo ello por si tenemos que huir de la fiera o enfrentarnos a ella.

Él: 

Yo: – Pues esa misma reacción puede suceder en otras ocasiones, sin estar realmente amenazados por un “fiera”. Bien por estar ante un estrés de otro tipo, provocado por ejemplo, por el “bestia” de tu jefe o por la “bella” chica de la puerta de al lado. También porque estemos bajo el influjo de sustancias o condiciones que el organismo interpreta como tal y que provocan la liberación de esas hormonas sin que realmente las necesitemos. En esos casos aún cuando el corazón esté completamente sano, solo cumplirá las órdenes que se le está dando: latir rápido y fuerte.

Él: – Entonces… ¿es solo eso lo que me pasa?, ¿no tengo nada mal en mi corazón?.

Yo: – Hasta ahora no hay evidencia de que tengas enfermo el corazón. En tu caso, el horario irregular y la escasez de sueño, así como el exceso de cafeína y de los estimulantes del tabaco han estado disparando esa respuesta...

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